Las ciudades inteligentes se definen como aquellas que aplican las tecnologías de la información y la comunicación (TIC) y los datos para mejorar la calidad de vida de sus habitantes y apuestan por un desarrollo urbano sostenible. En la actualidad, más de la mitad de la población mundial vive en ciudades, y se espera que esta proporción aumente hasta el 70% en 2050.
Contener y reducir el impacto ambiental y socioeconómico que la urbanización provocará en nuestro planeta supone uno de los mayores retos de nuestro tiempo. Un escenario que exigirá estrategias para una gestión más eficaz y sostenible de los recursos. La ciudad inteligente propone un marco de actuación que afecta a todas las áreas de gestión, desde la administración o el transporte urbano hasta los espacios públicos o la comunicación con sus habitantes y, por supuesto, los recursos energéticos.
A día de hoy, las ciudades producen el 68% de todas las emisiones de CO2. La ciudad inteligente asume también un liderazgo en la transición hacia fuentes de energía renovables y sistemas energéticos más eficientes. Por esta razón, la integración de la energía solar se está convirtiendo en un sello distintivo de la planificación de este modelo de ciudad.
La energía solar es una fuente limpia y renovable cuya tecnología la hace más ágil y escalable. Se puede implementar en cada componente o servicio de un área urbana como la iluminación, aparcamientos y en los edificios residenciales. Así mismo, mejora la resiliencia y la fiabilidad del suministro energético con tecnologías de almacenamiento que garantizan el abastecimiento incluso en los picos de demanda máxima o ante interrupciones en la red.
La integración de la energía solar y otras fuentes renovables permitirá, pues, que la ciudad del futuro sea más eficiente, más conectada y más sostenible. Conseguir que las ciudades sean más inteligentes y ecológicas cambiará la forma en que operan los municipios y ayudará a los ciudadanos a maximizar su potencial como miembros responsables de una comunidad global.
